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Fátima Díaz Rosa descansa durante un entrenamiento en aguas abiertas. / HOY
La villafranquesa Fátima Díaz Rosa intentará cruzar el Estrecho a nado

La villafranquesa Fátima Díaz Rosa intentará cruzar el Estrecho a nado

Ayer se fue a Tarifa y ahora depende de que la niebla levante y le a la nadadora permita echarse al agua

ANTONIO GILGADO

BADAJOZ

Viernes, 9 de agosto 2019, 20:19

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Fátima Díaz Rosa llegó ayer a Tarifa. Reunión técnica en cuanto se bajó del coche y mirada al horizonte. A quince kilómetros intuye Punta Cires, en Marruecos. Si la niebla levanta, mañana al agua. Lleva meses entrenando para cruzar el Estrecho. El canal natural de comunicación entre el Mediterráneo y el Atlántico atrae a los amantes de la natación en aguas abiertas. El escenario gusta por sus corrientes y por el simbolismo de unir dos continentes a brazadas.

Fátima llevaba tiempo dándole vueltas al reto. «No soy nadadora profesional, ni de élite, pero siempre pensé que podía hacer algo ilusionante y esto me motiva mucho». Por lo que ha leído y escuchado a otros que ya han pasado, intuye que se encontrará con viento molesto –de poniente o de levante– fuertes corrientes cambiantes y un intenso tráfico marítimo. «Es una travesía dura. Lo asumo como una lucha continua con mi mente, pero la ilusión y la motivación superará al cansacio». Bióloga de 38 años con días interminables entre su trabajo en Cáceres y sus entrenamientos en Badajoz ya despuntaba como nadadora infantil en Villafranca de los Barros.

Recuerda al grupo Chiriví con el que se inició y con el que fue a su primera competición a los cuatro años. Era la única niña en la piscina y ganó. «Todavía tengo ese trofeo en casa. Fue muy especial». La prometedora carrera deportiva se truncó por una lesión en la espalda. Se salió del agua por mucho tiempo. Volvió a los treinta y empezó casi desde cero. La afición renació tanto que dio el salto a las aguas abiertas. Desde hace cuatro años se apunta a todas las pruebas que puede con el Club Badajoz Máster. Agradece el apoyo de los preparadores Bea Pérez y Ale Núñez. «Confiaron mucho en mí cuando retomé el deporte».

Braceará entre los 15 kilómetros que separan la Isla de las Palomas en España de Punta Cires en Marruecos. Cascaix, Santa Pura de Lepe, las olas inmensas de Matalascañas, el frío de Sesimbra o la nocturna del pantano de Campomayor ya las tiene en su curriculum. «Recuerdas unas más que otras, pero todas las disfrutas». Se estrenó en un kilómetro y le gustó. Luego se pasó a tres o cinco. Probó en los diez y le fue tan bien que vio el momento de dar el salto a los quince.

La distancia merece un bautizo especial. Y no hay mejor sitio para estrenarse que hacerlo en el estrecho de Gibraltar. «El deporte te lleva a buscar nuevos retos. Eso lo llevo dentro». Dice que lo hace para dar visibilidad a la natación femenina. No al deporte de base, sino a la mujer nadadora que le gusta competir. «Con este reto puedo demostrar que la edad no es un impedimento para afrontar tus sueños. Es emocionante».

En los últimos meses ha podido hablar con otros veteranos que han cruzado. Todos coinciden en lo mismo. Vigilar la deshidratación por el agua salada que se ingiere, prestar atención a las indicaciones del patrón, pero sobre todo, disfrutar. «La mente es primordial. No puede fallar la autoestima». Las corrientes serán su peor enemigo. Parte del éxito depende de la resistencia al torrente en contra con el que se enfrentará. En la travesía le acompañara una zódiac con avituallamiento que ha contratado con el permiso que exige Marruecos para el cruce. También le han pedido un certificado médico, un seguro de deporte de alto riesgo y una velocidad mínima de nado de tres kilómetros la hora.

Agosto es uno de los meses más solicitados por la temperatura del agua –entre 19 y 20 grados– pero también con más días de fuerte levante. La demanda de estos días encarece la aventura. Hay menos barcos de asistencia disponibles. Parte con un presupuesto de algo más de mil euros. Entre entrenamientos y trabajo apenas ha tenido tiempo para buscar patrocinadores. Agradece el apoyo de Eurofins-Megalab –el laboratorio de análisis clínicos en el que trabaja– y de la Junta de Extremadura. Parte con muchas horas de entrenamiento en piscinas de 25 metros o en pantanos y sin presión por el tiempo final en Marruecos. «Mi objetivo será acabarla. Quiero descubrir lo que soy capaz de hacer».

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